El 11 de marzo de 2011, un terremoto de 9 grados en la escala de Richter, un tsunami y posteriormente un accidente nuclear hicieron que Japón enfrentara su mayor crisis después de la II Guerra Mundial. La tragedia dejó al menos 20.000 muertos.
El terremoto, el cuarto mayor del que se tiene registro en la historia, con epicentro a 130 kilómetros de la costa de la provincia nororiental de Miyagi bloqueó las comunicaciones, electricidad y transportes en todo el noreste.
Menos de una hora después inició el tsunami que devastó la costa oriental del país. Arrasó pueblos enteros y se llevó por delante edificios, vehículos e infraestructuras en las provincias de Iwate, Miyagi y Fukushima, donde la tragedia costó la vida a al menos a 19.447 personas. Además causó alarma por su coletazo en gran parte del planeta.
Pero ahí no paró la tragedia, en Fukushima olas de hasta 15 metros golpearon con violencia la central de energía atómica de Daiichi, paralizaron los sistemas de refrigeración y abrieron, en medio de una enorme confusión, la peor crisis nuclear desde la de Chernóbil.
En los alrededores de la central cerca de 80.000 familias tuvieron que dejar precipitadamente sus casas sin fecha de retorno, mientras se declaró una zona de exclusión en un radio de 20 kilómetros ante los elevados niveles de radiactividad.
El accidente fue catalogado como nivel 7, el más alto de la escala INES del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y desbordó todos los protocolos de seguridad de la planta, que no había considerado realista un escenario como el que tuvo lugar.
El temor a la radiactividad dañó seriamente a la industria de la región. Tras hallarse niveles de cesio en la carne vacuna y el arroz de granjas de Fukushima, se prohibió temporalmente su comercialización. También miles de centímetros cúbicos de agua contaminada fueron vertidas al mar, restringiendo su actividad a las comunidades pesqueras de la zona.
Más allá de las consecuencias humanas y de la factura económica, la catástrofe tuvo secuelas políticas, a finales de agosto y s luego de varias críticas por su gestión, el primer ministro Naoto Kan presentó su renuncia.
Según datos del Gobierno, un año después de la tragedia todavía hay casi 335.000 personas desplazadas, cerca de 700 se encuentran aún en centros de evacuación y aún quedan por retirar cerca de 6,6 millones toneladas de escombros.
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